Nuestro jardín, ya sea grande o pequeño, con más o menos elementos, no es el lugar que siempre genera problemas y gastos. Analicemos este punto.
Buscamos un equilibrio, o mejor: un «desequilibrio», entre el mínimo gasto-máximo disfrute, máxima utilidad-mínimo energía, máxima belleza-mínima exigencia.
Nuestro jardín ideal ha de ser capaz de infiltrar agua de lluvia al suelo, a base de superficies porosas de tierra o materiales abiertos que intercambien aire y humedad con la atmósfera.
Al mismo tiempo las plantas con sus raíces facilitan este movimiento de elementos, incluso las hierbas espontaneas o adventicias, evitamos llamarlas “malas Hierbas”… todo tiene su función en nuestro pequeño ecosistema.
En un clima mediterráneo, o casi desértico en algunos casos, el diseño -y el rediseñar- del jardín ha de cumplir los requisitos básicos de ser un lugar apetecible, funcional, atractivo y sencillo, con las funcionalidades de acolchar la temperatura, dar luz a nuestra casa y ser un espacio de disfrute y relajación.
Hablemos de las praderas de césped. En muchos casos las praderas de corte intensivo no son la mejor opción, puesto que una elección adecuada de plantas, bien distribuidas, nos dará un mejor resultado sin la exigencia semanal del corte del césped y su elevado consumo de agua. Una buena combinación de pavimentos, coberturas y plantas nos ofrecerán un fácil mantenimiento y limpieza sin menoscabo del color, aromas, dinamismo y comodidad. En la distribución de Sol y sombra, son esenciales los árboles y su adecuada elección y ubicación, además de sus cualidades biológicas nos aportan beneficios y nos regalarán el encanto característico del lugar.
Gracias a los elementos decorativos ganaremos en personalidad del jardín, cosas que pertenecen a nuestra forma de pensar y vivir y hacen nuestro ese lugar.
También nuestras mascotas disfrutarán del jardín sin problemas.
Siempre que puedas toma tu taza, o tu portátil, y siéntate en el jardín. Sal de casa y abre tu mente. Notarás la diferencia.